sábado, 20 de septiembre de 2008

MIEMBRO HDB DE JEREZ DIÁCONO


Con gran alegría para todo el Movimiento de Hogares Don Bosco, y en especial para el de Jerez, debemos comunicar que Juan Olmedo ha recibido hoy Sábado, día 20 de Septiembre de 2.008, Las Sagradas Ordenes de grado de Diácono, de manos de Monseñor D. Juan del Río Martín, Administrador Apostólico de Asidonia Jerez, en la S.I. Catedral de San Salvador de Jerez de la Frontera, a las 11,00 de la mañana.
Nuestro Hermano Juan, a tenido a bien contestar a unas preguntas, donde nos permitiera conocerle un poco mejor:
Juan, ¿cuantos años llevas en HDB Jerez?.
Aproximadamente unos 30 años. Comenzamos, Mercedes y yo, en el Oratorio Festivo de Jerez, bajo la Dirección espiritual de D. Julián Gómez Barés, fuimos "reclutados" por Juan Evangelista Camino. También formaban parte del grupo Máximo Cobos y Pepita, Tolín y Ana María, Felipe y Marta, José María y Lola, Juan José y Conchi, y Ángel y María Luisa.

Dime ¿Que ha significado y significa para ti el Movimiento?.
Conocimiento de la pareja a través de la oración en la vida matrimonial y familiar; vida de entrega al servicio de la familia y de de la comunidad, tanto de HDB como parroquial.

¿Cual ha sido tu misión Pastoral durante este tiempo?.
En HDB he ocupado por algún tiempo el lugar de secretario de grupo, también, por poco tiempo, la dirección espiritual del grupo. También he sido subdelegado de Apostolado Seglar.

¿Por qué decidiste Ordenarte como Diácono?.
El diaconado es un paso al presbiterado. La determinación de pedir a nuestro obispo, D. Juan del Río Martín, el ingresar en el seminario no surgió de improviso. Creo que va motivada por una vida inmersa en el apostolado de la Iglesia: en principio en la Asociación de AA.Salesianos, (fui alumno del Oratorio Festivo P. Torres Silva, por aquel entonces Domingo Savio); también estuve durante muchos años en la Legión de María; en las Comunidades Neocatecumenales. En fin... y una vida dedicada a la familia, por supuesto. Como sabrás soy padre de cuatro hijas y un hijo y abuelo de dos nietos y una nieta.

Por último, ¿Que esperas con ello?.
Responder a la palabra recibida de Dios y su Iglesia, por ello servir a la Iglesia, como dice el lema de San Francisco de Sales: "Servir al Señor con alegría".
Para terminar, Juan Olmedo nos envía un artículo que escribió y que fue publicado en el Boletín del Seminario de Jerez, sobre su experiencia vocacional.

Dios es Luz, pero, ¡vaya si es luz!, una luz tan grande, tan potente que iluminando nos ciega. A Dios no se le puede mirar a la cara, sino que camino hacia Él sabiendo sólo que debo dejar la sombra tras de mí.
Tengo 63 años, mi nombre es Juan Olmedo Vázquez. Por mi vida han pasado miles de acontecimientos. Fui bautizado en el “año del hambre”, en el cuarenta, viví mi infancia en la estrechez de una vida poco acomodada, cuando los padres hacen filigranas para llevar adelante una familia numerosa (soy el quinto de seis hermanos). Después de cursar estudios en la familia salesiana viví una juventud jalonada por la experiencia religiosa dentro de la Legión de María. Fue el tiempo en que conocí a Mercedes la que sería mi novia y luego mi mujer. Dios había puesto en mi camino una vocación que viví intensamente donde vi que Él rubrica con signos la historia. Porque nos casamos un 14 de septiembre, día de la Exaltación de la Cruz, cruz a cuya sombra nos cobijamos, no sólo por la donación que supone vivir en una familia que pretende llevar a cabo el proyecto de un hogar cristiano (apertura a la vida, la educación incansable de los hijos, etc., etc., etc.) sino por la enfermedad degenerativa que sobrevino a mi mujer a los pocos años de casarnos, enfermedad que acabaría postrándola en cama los últimos años de su vida. Cristo crucificado en mi habitación iluminando nuestro hogar con la gloria de la resurrección.
Los momentos de una vida no se miden por la intensidad con que se vivieron sino por la paz que fluye dentro del corazón con el correr de los años. Mi vocación al matrimonio la viví intensamente, lo sé por la paz que sobreviene a mi alma cuando los recuerdos me visitan. Ahora, viudo ya desde hace 5 años, después de haber vivido toda una vida matrimonial plena, cuando aún tengo cuatro hijos en casa, cuando la enfermedad sigue estando presente en nuestra familia, con un hijo en la adolescencia, y cuando mi vida empieza a tomar el rumbo de esos barcos viejos cuyo fin es escorar en una ribera de aguas tranquilas con el paso de mi próxima jubilación, ese mismo Dios que me llamó a ser cristiano, a vivir la vocación matrimonial, a dar mi vida por mi mujer, por mis cinco hijos, ahora cuando las neuronas se mueven en una danza lenta y pesada, ese mismo Dios, me llama a la vocación presbiteral. Estoy en el Seminario. ¡“Dios mío, qué profundos tus designios... el ignorante no los entiende ni el necio se da cuenta”!
El Evangelio descubre el corazón de la Señora como un baúl donde se guarda la historia de todas aquellas cosas que en el momento en que suceden no tienen sentido, o no las entiende. El niño perdido y hallado felizmente en el templo es un acontecimiento que prepara en el sufrimiento a la Virgen cuando su Hijo ya adulto desaparece, también, por tres días tras la oscuridad de un hombre que ha muerto vilmente en un tránsito horrible, pero Dios ya había preparado a su Sierva proveyéndola de una historia que cobraría sentido en el momento preciso.
Allá por el 93 mi baúl se abrió a propósito de una experiencia que ahora cobra sentido. A un amigo mío, pintor, le encargaron la realización de unos iconos murales en una parroquia de Jerez, me pidió colaborar con él (soy “aficionadillo”), y allá que fui yo para ayudarle aprovechando unas vacaciones. Fue una convivencia extraordinaria. Comenzábamos las jornadas con la oración de Laudes –los iconos se deben pintar en espíritu de oración, ayuno y limosna–. Pintábamos todo el día, sólo interrumpidos por la oración y las comidas; a veces, la mayoría de los días, terminábamos a la hora de Completas. Por entonces tomé como confesor al Párroco, un gran amigo nuestro, él me hizo descubrir mi vocación al sacerdocio. Yo no llegaba a entender como Dios me llamaba a la vocación presbiteral cuando estaba casado y volcado en la afanosa vida de trabajo, hijos, esposa enferma... y todavía mucho por hacer... Pero estas cosas se guardan en el “baúl” y quién sabe.
Ahora se ha abierto en el presente y veo que esta locura que años atrás me asaltaba cobra hoy determinación por parte de Dios en mi vida; y no sólo este signo, sino los anhelos que hace años inundaban mi alma, como mi predisposición interesada por la liturgia, mi ansia por mi formación teológica, etc. Cosas que me confortan y me ayudan para entrar en el seminario ahora. Los “renglones torcidos” de Santa Teresa empiezan a enderezarse.
En octubre del pasado año me decidí, con la ayuda de Dios y la de un amigo presbítero, a pedir audiencia al Señor Obispo D. Juan del Río Martín y exponerle mi inquietud. Me recibió como un padre. Me pareció recibir el abrazo del Padre al Hijo pródigo.
Creo firmemente que esta es la voluntad del Señor porque me siento muy feliz y camino ciego guiado por esta Luz cegadora. Por todo ello me uno al salmista y “bendigo al Señor en todo tiempo, en mi boca siempre su alabanza”, pues todo lo que Él hace es bueno y para bien de sus hijos. Que el Señor me conceda servirle...

Juan Olmedo Vázquez
Querido Juan, recibe un abrazo entrañable de todos los Hogares de Don Bosco y nuestra más entusiasta felicitación.

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